Wednesday, 19 June 2019

Flores y bichitos

Deja que suene la música mientras lees (clica el enlace): Early in the Morning - Peder B. Helland


  La mamá de Caperucita había hecho una tarta de queso con manzana, pasas y piñones, sin azúcares añadidos. Llamó a su hija y le encargó que llevase la tarta a la abuela, que vivía en una casa de campo algo alejada del pueblo.
  —Abrígate, Caperucita; toma, te he preparado la cesta con un poco de tarta para que merendéis juntas esta tarde. Pasa por el camino del puente, no vayas por el bosque. Te doy el móvil por si te pasa algo y tienes que llamarme. Yo iré a buscarte más tarde; no quiero que vuelvas sola al atardecer.

  Caperucita se fue cantando y bailando una canción de Grease que les había enseñado la maestra de inglés:

    Tell me more, tell me more
    Was it love at first sight?
    Tell me more, tell me more
    Did she put up a fight?
    Uh-huh-uh-huh-uh-huh-uh-huh
    shoo-bop bop, shoo-bop bop, shoo-bop bop,
    shoo-bop bop, shoo-bop bop, shoo-bop bop,
    shoo-bop bop, YEH

  Cuando Caperucita llegó al cruce vio una serpiente descansando justo frente al camino que su mamá le había recomendado.  


  Era un animal muy bonito, pero le inspiraba cierto temor. Así que la niña decidió tomar el camino del bosque. Tuvo una idea: haría un ramo de flores para la abuela. Estaba a punto de arrancar la primera flor cuando vio un bichito escondido en su corola.




  —¿Qué haces en la flor?
  —¡Shhh! ¡Calla! ¡Disimula, no mires...!
  ¿Por qué?
  Porque mis amigos y yo estamos jugando al escondite, y si te ven hablar conmigo descubrirán dónde estoy...

  Caperucita, como quien no ha visto nada, siguió cantando y saltando por el bosque. Un poco más adelante, en la punta de una hoja, había otro bichito:



  ¿Quién eres?
  Soy Yó
  ¿Eres tú?
  No, no soy Tú, mi nombre es Yó...
  ¡Ah, entiendo!

  La segunda flor no tenía bichitos, pero Caperucita no quiso cogerla porque los pétalos no estaban planchados y supuso que a la abuela no le gustaría:

Cistus albidus

En cambio, la tercera era una siempreviva, la flor que más le gustaba a la abuela:

Helichrysum

  Las siemprevivas se conservan lozanas durante años, sin agua. Los pétalos, si los tocas con la punta de los dedos, parecen de papel. Y un tenue perfume impregna la habitación en donde las pones. Caperucita la cogió para el ramo de la abuela.

  Cerca de allí, en unas hojas, se había posado una mariposa blanca:



  ¡Qué linda eres!
  ¿Tú crees? A mí no me lo parece, mis alas no son de colores como las de otras mariposas...
  En el blanco están todos los colores, ¿no lo sabías?
  No, nadie me había dicho un piropo tan delicioso; gracias, nena.

  Caperucita se acercó a una mariquita que caminaba encima de una hoja. Le gustaban tanto las mariquitas...


  —¡Hola!
El bichito no contestó
  ¡Hola!, repitió Caperucita.
Pero tampoco obtuvo respuesta.

  Y Caperucita se alejó con el corazón oprimido.

  Un poco más allá, alrededor de unas hojas secas, revoloteaba otra mariposa cuyas alas eran de vivos colores:




  ¡Buenos días!
  ¿Te gusto? ¡Mírame! ¿A que tengo unas alas preciosas?
  ¡Vaya! ¡Qué presumida eres, linda mariposa...!

  En la cuarta flor, azulada, no habitaba ningún bichito y Caperucita la cogió para el ramo de la abuela:

Globularia

  La quinta flor era un cardo en el que parecía dormitar un abejorro:




  ¿Qué haces?
  Libo de flor en flor
  ¿Por qué?
  ¡Son todas tan bellas...!

El abejorro levantó el vuelo:




Y se despidió mientras volaba en busca de otra flor:
  ¡Adiós, nena!




  ¡Adiós!

  En la sexta flor Caperucita encontró una hormiga:

Sedum

    ¡Hola!
    Hola niña, me llamo K-1005.
    Camilcinco..., suena muy bien.
    Soy la habitante 1005 del hormiguero K.
    Veo que hay muchos hormigueros. ¿Cómo sabes regresar a tu casa?
    Me oriento por el cielo y cuento el número de pasos.

El bicho que caminaba por la séptima flor parecía un juguete metálico:

Thalictrum

  ¿Libas?
  No, niña, no libo. Yo polinizo.
  ¿Es tan difícil de hacer como su nombre indica?
  ¡Qué va! ¡Está chupado! Solo hay que coger el polen de los estambres y llevarlo a los pistilos. Así de fácil.

  Caperucita se fijó en dos bichitos que se abrazaban tiernamente en el tallo de unas hojas:




  ¿Polinizáis?
  No, mi querida señorita, no polinizamos. Aquí, mi señora y yo, intentábamos copular hasta que viniste tú a interrumpirnos. ¿No te han enseñado a no meter tu linda naricita donde no te llaman?
  Oh, perdonen, de verdad que no era mi intención molestarles...

  La octava flor también era un cardo, y en ella caminaban dos bichitos:

Silybum marianum

     Al ver a Caperucita, declamó el que iba delante:

A los verdes prados
baja la niña:
ríense las fuentes,
las aves silban.

     Y continuó el bichito que le seguía:

A los prados verdes
la niña baja:
las fuentes se ríen,
las aves cantan.

            Lope de Vega

  Estaba claro que ambos se entendían. A Caperucita siempre le entusiasmaba encontrarse con seres compenetrados. Así que, les saludó con la mano y siguió adelante con una sonrisa.

  La novena flor, sin bichos, era aterciopelada, con pétalos de variados colores:

Tagetes

  Caperucita la cogió pensando que añadiría una nota de color a las demás flores del ramo.

  Finalmente Caperucita llega a casa de la abuela, que la abraza efusivamente y la llena de besos. Llaman juntas a la mamá para decirle que todo había ido bien.
  Mientras meriendan, la niña y la abuela miran Operación Triunfo, uno de sus programas favoritos de la tele.

¿Por qué crees que guarda silencio la mariquita?
¿Alguna frase de consuelo para Caperucita?

  Salvo la de la mariquita, las demás fotos han sido realizadas por Josep B.C. los días 25 y 31 de mayo de 2009, en las montañas de Prades.