Tuesday, 5 March 2019

Caminantes - Pax Christi

Deja que suene la música mientras lees (clica el enlace): L'enfant - Vangelis

Lunes, 26 de julio de 1982

Ese día no tenían ningún puerto a la vista. El camino era llano. Pasaron por Bagnères de Bigorre, Pouzac, Trébons, Escoules y, después de haber caminado unos 30 km, divisaron Lourdes.
    
Era media tarde cuando entraron en la ciudad. Se llevaron una decepción, pues esperaban un pequeño pueblo de montaña, y resulta que era muy grande, estaba lleno de coches y había mucha gente.



En una de las calles vieron un coche aparcado con una familia (marido, mujer e hija) en su interior. Les preguntaron que si sabían dónde podían hacer noche los peregrinos. Ellos les informaron de que había un lugar dedicado a los peregrinos. Se llamaba Cité Saint PierreTodos los peregrinos tenían derecho a una estancia gratuita de tres días una vez en su vida. La familia invitó a los caminantes a subirse al coche. Les dejaron a la entrada de la Cité.
   
Los caminantes entraron en recepción. Les informaron de que estaba todo lleno. Y entonces la mujer se desmoronó. Se vino abajo por la tensión acumulada durante tantos días sin saber qué les depararía el futuro inmediato, sin pensar en qué iba a ser de ellos, sin tener ni siquiera un plan, una hoja de ruta, dejándose llevar por los acontecimientos, las señales y las sugerencias de la buena gente que encontraban a su paso.
  
No pudo contener el llanto. El chico se mantenía sereno, algo apartado, avergonzándose quizá un poco del espectáculo que ofrecía la mujer, incapaz de reprimir los sollozos. Ella percibía con toda claridad lo absurdo de su situación. ¿Qué esperaba que sucedería en Lourdes? Habían salido de la gran ciudad, habían dejado atrás todo el mundo tumultuoso de los intereses creados e iban en busca de algo que diera sentido a sus vidas. La imagen que se habían formado sobre la felicidad era pertenecer a una especie de comunidad rural, en la que cada miembro tiene su propio cometido, igual que los músicos de una orquesta. Y resulta que se encuentran con otra ciudad comercial, Lourdes, llena de hoteles, tiendas, negocios, una ciudad cortada por el mismo patrón que la del punto de partida.

Pero la señorita de recepción ya había llamado a Pax Christi, otra organización para peregrinos, y estaba diciendo a los caminantes que allí les acogerían hasta que hubiera sitio en la Cité. Además, les acompañarían en coche hasta Pax Christi, pues era difícil explicarles el camino. Les llevaron en un citroën. 



La mujer seguía llorando. No paró hasta que se dio cuenta de que se había formado a su alrededor un corro de personas que, solícitas, le daban palmaditas en los hombros y le susurraban palabras amistosas.

Ya apaciguada la mujer, el director del campus, Didier, les condujo a Maison de la Paix, a uno de sus pabellones, que tenía pequeñas habitaciones amuebladas con literas. 

Ese atardecer todavía tuvieron tiempo de visitar la gruta de la Virgen.



   

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