Friday, 22 March 2019

Tortosa - Mendicantes

Deja que suene la música mientras lees (clica el enlace): Only The Winds - Ólafur Arnalds


   Invierno 1982 - 1983

Las monjas tenían fama de ser pobres. Eran muy queridas en la ciudad. Las mimaban. La gente les llevaba alimentos. 

Poco a poco fueron conociendo también a los caminantes que siempre pululaban por allí, arrancando hierbas del empedrado, limpiando y fregando la iglesia y los locutorios. O estaban sentados en el banco o en el escalón de entrada de la habitación exterior.

Y la gente empezó a traer alimentos también para los caminantes. Si se acumulaban demasiados alimentos, la mujer y el chico llevaban algunos a las familias de gitanos del barrio de la señora Teresa. 

Mosén Lluís también les regalaba una bolsa de comida de tarde en tarde. Les dejaba libros para que leyeran en la habitación exterior. Los caminantes leían en voz alta, alternándose. Leyeron las obras de Santa Teresa de Ávila y de San Juan de la Cruz. Las biografías de San Francisco de Asís y de Santa Clara, así como la de mosén Manuel Domingo i Sol. Las monjas recalcaban que mosén Manuel había sido capellán del convento de Santa Clara y había vivido en el cuarto que ahora ellos ocupaban.

Manuel Domingo y Sol - (Tortosa, 1836-1909) - Beatificado en 1987

Les dejaron una pequeña sartén, un pote de aluminio y un hornillo eléctrico. Sin embargo, el hornillo era de 220 voltios y la tensión del enchufe del cuarto era de 125. La resistencia del hornillo apenas se calentaba. Lo máximo que podían hacer era huevos a la plancha y calentar agua para la leche condensada.

También iban al mercado a hacer algunas compras que les encargaban las monjas. En el mercado, algunos vendedores añadían alimentos gratis para los caminantes. 

El día de Navidad, las monjas quisieron agasajar a los caminantes preparándoles una mesa en el locutorio grande y sirviéndoles la comida de la comunidad.

*     *     *

El obispo andaba frecuentemente por la ciudad y hablaba con la gente. También visitaba a las monjas de Santa Clara y aprovechaba para saludar a los caminantes. Les preguntaba si estaban bien y si tenían todo lo necesario. 

Ricard María Carles tenía por costumbre regalar a las clarisas unas cuantas cajas de productos del campo, como frutas y verduras. Las monjas enviaban al chico a buscar las cajas al palacio episcopal. El obispo no se olvidaba de incluir una caja de frutas y tomates para los caminantes.

Palacio episcopal de Tortosa

Cada vez era mayor la cantidad de gente que se prestaba a ayudarles. Distintas parroquias, instituciones, colegios y el seminario se ofrecían a darles comida siempre que lo necesitasen. Había multitud de puertas a las que llamar. Querían colaborar porque sabían que los caminantes cuidaban a una señora enferma y ayudaban a las monjas a cambio de casi nada.

Algunas personas convidaban a los caminantes a comer en sus casas, pero ellos declinaban la invitación. Evitaban todo tipo de relaciones sociales, eran celosos de su intimidad, se negaban a dar explicaciones sobre el estilo de vida que habían elegido. También llamaban a puertas que sabían que se cerrarían para ellos. Lo hacían con toda intención, pensando que les daban la oportunidad de ayudar, no les importaban las negativas.

*     *     *


En una ocasión subieron la escalera de una casa y llamaron a la puerta del último piso. Abrió la señora y, cuando vio que los caminantes le pedían pan, gritó airada:
   Mirad que mi marido es policía, y está ahora en casa. Si no os marcháis enseguida, le llamo.
Hasta risa les entró a los caminantes por tan burdas amenazas.

*     *     *


Una mañana, muy temprano, llamaron a una puerta. Era una planta baja. Les abrió una joven, guapa y muy bien arreglada. Le pidieron pan. Ella les ofreció unas monedas. Ante la negativa de los caminantes de coger el dinero, empezó a regañarles:
   A ver, si os doy comida, igualmente la he tenido que comprar con dinero, ¿qué diferencia hay?
   No te preocupes, no tienes que darnos nada.
   Es que yo quiero daros. Tengo por costumbre dar cada día una moneda al primero que me pide. Vosotros habéis sido los primeros hoy y quiero daros.
   
Les hizo entrar en una sala con aspecto de peluquería.
    Ya veis, aquí es donde trabajo y no suelo tener comida.
    No pasa nada, pediremos en otra casa.
    Es que me apetece daros. Voy a mirar si encuentro algo por allí dentro.
   
Estaba visiblemente contrariada, casi a punto de llorar. Al cabo de un momento volvió, triunfante, con un bote de lentejas y una lata de sardinas. Incluso comprobó las fechas de caducidad de los productos. Los caminantes se quedaron impresionados ante las ganas de complacer de la peluquera.

*     *     *


La patrona de Tortosa es la Virgen de la Cinta, y en la Catedral hay una capilla dedicada a ella. Junto con los tortosinos, a los caminantes les gustaba mucho cantar el estribillo del Himno a la Virgen de la Cinta (clica el enlace)

1 comment:

  1. Fills de la terra tortosina,
    canteu a la nostra Cinta,
    himnes d'amor.

    És la Cinta nostra Reina, nostra Mare, nostre Tresor.
    Veniu tortosins, la Cinta mo'l demana,
    donem-li el cor.

    Estimem-la,
    adorem-la,
    jurem defensar-la fins la mort.

    Crideu sempre,
    a veu plena,
    nostra Cinta, sobre tot!

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