El convento de Santa Clara estaba en la parte alta de la ciudad.
Subida al convento
Se accedía a un patio de entrada por un portalón de madera situado en el muro de cerramiento. En el patio había varias puertas.
Patio de entrada del convento
La puerta situada más a la izquierda daba a la iglesia.
Entraron.
Silencio y soledad.
El Santísimo en la custodia, en medio del altar.
A la izquierda del altar, el ala de las monjas, perpendicular a la nave central y separada por una verja.
Se sentaron.
Dejaron pasar el tiempo.
Sin palabras.
Conscientes de la presencia del Santísimo.
A las seis, mosén Lluís llegaba puntual y reservaba el Santísimo, lo guardaba en el sagrario. Para terminar la ceremonia, se cantaba "Bajo tu amparo", un canto muy antiguo a la Virgen.
Para cenar, pedían pan en las casas particulares. En esa época no había porteros automáticos. Los portales estaban siempre abiertos. Los caminantes subían la escalera y llamaban a la puerta. A pocas puertas tenían que llamar para que les dieran lo suficiente para la cena.
Los inquilinos decían: "Esperad...", y cerraban por precaución mientras entraban a buscar algo. Algunos volvían con dinero. Pero los caminantes no aceptaban dinero, solo comida. Y los inquilinos, sorprendidos, volvían a entrar en el piso a buscar algún alimento, esta vez dejando la puerta abierta. La mujer y el chico se sonreían, notando la diferencia.
En Cáritas ofrecían a los pobres bolsas de arroz, fideos o legumbres, pero los caminantes no tenían con qué cocinar. Solo cogían un bote de leche condensada y un paquete de galletas María para el desayuno.
Así transcurrieron unos días. Se acostumbraron a este horario. Por las mañanas, después de misa, a casa de la señora Teresa. Por las tardes, subían al convento. Allí permanecían durante horas, en silencio, contemplando. No miraban quién había al otro lado de las rejas. Eran monjas de clausura. Había que respetar su intimidad. No querían ser indiscretos.
Lo que no imaginaban es que las monjas sí se fijaban en ellos. Varios pares de ojos les observaban a hurtadillas, furtivamente. Y al cabo de dos semanas, a principios de septiembre, las monjas quisieron hablar con los caminantes. La abadesa les invitó a entrar en el locutorio:
—Mosén Lluís nos ha hablado de vosotros, nos ha explicado cómo llegasteis a Tortosa. Dice que, por la mañana, cuidáis a una señora enferma. Veo que todas las tardes pasáis muchas horas en la iglesia, con el Santísimo. Quiero proponeros un intercambio: vosotros os comprometéis a hacer compañía al Santísimo de dos a tres del mediodía, si tenéis libre esa franja horaria, y nosotras os dejamos vivir en una habitación exterior al convento. Es pequeña, con baño. Creo que sería suficiente para vosotros dos. Es exterior al convento pero está dentro del patio de entrada. El motivo es que nosotras somos una comunidad muy pequeña, doce monjas. Y al mediodía siempre tiene que haber una monja haciéndole compañía al Santísimo, no le podemos dejar solo. Pero también nos gusta que esté la comunidad entera en el refectorio. Así que si vosotros estáis en la iglesia a esa hora, nosotras podremos comer juntas. ¿Qué os parece? Os daríamos también la llave del portalón y os ocuparíais de cerrarlo por la noche y abrirlo por la mañana. La monja que lo hace ahora tiene que salir de clausura al anochecer y siente miedo.
Contentísimos se pusieron los caminantes. Aceptaron encantados. No podían creer en su buena suerte. Al salir del locutorio, luego de hablar con la abadesa, se fijaron detenidamente en el patio de entrada que sería su casa. Tres hermosas palmeras crecían a la derecha del portalón de entrada. Y dos macizos de flores adornaban la puerta principal del convento, uno a cada lado.
Mirabilis jalapa o bellas de noche
Las flores se abren de noche y exhalan una finísima fragancia. El portalón emitía un sonido característico, ¡CLAC!, cuando alguien entraba o salía. Y ellos serían los encargados de cerrarlo por la noche, serían los guardianes del convento.
Canto final de la reserva del Santísimo (clica el enlace): Bajo tu amparo
Anima Christi, sanctifica me.
ReplyDeleteCorpus Christi, salva me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.
Passio Christi, conforta me.
O bone Jesu, exaudi me.
Intra tua vulnera absconde me.
Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salva me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.
Ne permittas me separari a te.
Ab hoste maligno defende me.
In hora mortis meae voca me.
Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salva me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.
Et iube me venire ad te,
Ut cum Sanctis tuis laudem te.
In saecula saeculorum. Amen
Anima Christi, sanctifica me.
Corpus Christi, salva me.
Sanguis Christi, inebria me.
Aqua lateris Christi, lava me.