Campo de cereales bañado por la luna
Estoy en un prado.
Anochece.
¿Cómo habré llegado hasta aquí?
Miro a mi alrededor.
No se aprecian caminos abiertos entre las espigas.
No sé hacia dónde dirigirme, ni qué dirección tomar.
Lucen ya algunas estrellas.
Camino orientándome hacia ella.
Separo las espigas con las manos, abriéndome un sendero.
Separo las espigas con las manos, abriéndome un sendero.
Voy dejando un rastro de espigas abatidas por mis pisadas.
No se enderezan, siguen aplastadas, revelando mi trayectoria.
Me siento bien, no tengo miedo, solo extrañeza.
¡Qué silencio!
La luna se separa de la línea del horizonte.
Cuento con que la luna se mueve, cambia de posición.
Si la sigo fielmente, estaré describiendo círculos y nunca lograré cruzar el prado.
Me encuentro con un sendero abierto.
Lo sigo.
¿Y si es mi propio rastro?
Ay, debe de ser el rastro que voy dejando en el prado.
Las espigas aplastadas que no se enderezan.
Seguro que he caminado formando círculos.
Retrocedo hasta el punto de confluencia del bucle.
Intento orientarme.
Hay un poco de niebla.
Prefiero abrirme camino, más que seguir por el ya trillado.
La luna está muy alta en el cielo.
Ilumina los jirones de niebla.
Ya estoy un poco cansada de caminar.
Varias veces he vuelto a encontrarme con mi rastro.
Ahora parece que el terreno se eleva un poco.
Y hay algo más de luz hacia aquel punto.
Será que llega el amanecer.
Me dirijo hacia la luz.
La niebla me impide ver a distancia.
Se acaban las espigas.
Se termina el prado.
Veo arbolitos, un bosque se abre ante mí.
Un sendero.
Voy subiendo por la montaña.
El sol ya ha salido.
Los árboles me impiden ver a lo lejos.
No sé a dónde voy.
Un poco más arriba veo una roca que sobresale.
Si consigo trepar hasta allí, podré tener una visión de conjunto.
Ya me acerco.
Llego a la roca y me siento en ella.
Miro hacia el valle de donde vengo.
Y descubro algo insólito.
Los árboles ya no me ocultan la vista.
Veo el prado en toda su extensión.
El rastro, visto desde aquí, adquiere una forma estudiada, perfecta.
Mi impresión de que había deambulado erráticamente se desvanece.
Es cierto que la trayectoria forma bucles.
Pero ahora, mirándola desde esta perspectiva, parece dibujada por una mano inteligente.
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